miércoles, 2 de noviembre de 2016

EL NIÑO DE LA MONTAÑA


Desde hace dos años, voy a un campamento de verano en Canfranc. Me gusta mucho la montaña y todas las actividades que puedo hacer allí: senderismo, barranquismo, escalada y también la posibilidad de conocer chicos franceses de mi edad.

Lo que más me gusta de Canfranc es  ese ambiente misterioso que le da la estación internacional casi abandonada, la entrada al túnel que se ve como un pasadizo oscuro a ninguna parte y las historias de nazis y contrabando de oro y armas a través de la frontera.

A todo esto le añadimos las impresionantes montañas que rodean a todo el pueblo que le da una oscuridad añadida por la sombra que proyecta sobre el valle.

Todas las noches solemos sentarnos fuera de la tienda de campaña y casi siempre acabamos contando historias de miedo. Una noche nos dimos un paseo siguiendo el curso del río que se adentraba, más abajo, dentro  la montaña.

¿Dónde vais? La voz  nos hizo volveros a todos a la vez y vimos un chico como nosotros con una mochila y ropa de montaña que nos miraba fijamente.

¿Estás también de campamento como nosotros? – No, estoy de viaje con mis padres.

Samuel, que así se llamaba el chico, estuvo con nosotros un rato, nos contó historias de los judíos y nazis que sucedieron en la estación de Canfranc y nos lo pasamos muy bien con él.

Al día siguiente,  una de las actividades programadas del campamento era buscar en internet historias de guerra sucedidas en esta zona. De repente, todos nos pusimos blancos cuando vimos una noticia que decía que varias familias de judíos que eran trasladados en tren a campos de concentración de Alemania, se habían escapado pero, se habían perdido en la montaña y nunca jamás fueron encontrados.

Quizás la gorra tan antigua y las botas tan raídas que llevaba Samuel no eran un disfraz...

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